No es una exageración decir que el futuro de las normas, compromisos e instituciones que definieron a la época posterior a la Segunda Guerra Mundial es, en el mejor de los casos, incierto. Esto también es verdad en el Hemisferio Occidental. Mientras que la Asamblea General de la OEA y su Consejo Permanente han producido votaciones importantes para condenar el deterioro de los derechos humanos y la democracia en Venezuela y Nicaragua, la elevada y a veces poco diplomática resistencia por países como Bolivia y muchos de los países caribeños—en particular en cuanto a la resolución de Venezuela—fortalece la sensación de que el hemisferio está fracturado.
Pero no sólo es el Hemisferio Occidental, ni tampoco es ahora sólo los países de la Alianza Bolivariana de las Américas (ALBA) amenazando las normas e instituciones multilaterales. Como hemos mencionado anteriormente, la República Dominicana ha declarado que no es oficialmente parte del Sistema Interamericano de Derechos Humanos después de los casos sobre el tratamiento de los ciudadanos dominicanos de descendencia haitiana llegaran ante el IACHR. También Estados Unidos ha mostrado una sorprendente e improductiva falta de cooperación con el IACHR. Los esfuerzos poco sutiles de la delegación de Estados Unidos de amenazar al IAHRC al mencionar su presupuesto son un precedente peligroso.
Asimismo, la decisión de Estados Unidos de retirarse del UNHRC amenaza no sólo el futuro del principal órgano de derechos humanos del mundo—pese a todas sus imperfecciones—sino que también cualquier esfuerzo serio por reformarlo. El próximo ciclo de elecciones para nuevos miembros del UNHRC ofrece la oportunidad de reemplazar algunos de los países más retrógradas y que más violan los derechos humanos por gobiernos más interesados y que apoyan y defienden la democracia y los derechos humanos. Aunque eso no salve al UNHRC, podría ser un paso importante para abordar la muy necesaria reforma del órgano.
La decisión del presidente Trump de no presentarse a la Cumbre de las Américas en Lima fue lamentable, pero la oferta del Vicepresidente Pence de albergar la próxima Cumbre puede ayudar a restablecer un compromiso hemisférico más amplio con el proceso y reforzar el compromiso de Estados Unidos hacia la región.
En cuanto a nuestra sección especial sobre derechos laborales en este informe, dos cosas destacan. Primero, a pesar de sus imperfecciones e irregularidades en la implementación, los acuerdos de libre comercio de Estados Unidos han servido como una herramienta poderosa para mejorar los derechos laborales en los países socios. Uno se pregunta qué habría ocurrido en países como Colombia, que está clasificado como uno de los peores países en cuanto a derechos laborales, en su ausencia.
Desafortunadamente, al abandonar el TPP, el gobierno de Trump perdió la oportunidad de nivelar el campo de juego para los trabajadores de Estados Unidos con respecto a Asia y México. Afortunadamente para sus trabajadores, los otros países del TPP han seguido con las negociaciones y la confirmación eventual del CPTPP, que ayudará a modernizarse para llegar a los estándares de la OIT y dirigir la atención a las leyes y condiciones laborales en los países miembro. En segundo lugar, los índices generales de derechos laborales tienden a pasar por alto Cuba y Venezuela, probablemente dos de los regímenes más represivos en cuanto a derechos laborales, planteando una pregunta de disonancia ideológica y cognitiva entre muchos de los grupos que dicen defender la vida de los trabajadores y sus derechos de asociación, negociación colectiva y representación independiente.
Han pasado tres años desde que empezamos los informes de Global Americans sobre política exterior y el proyecto de monitoreo de la democracia. En estos tres años, una cosa está clara: la supervivencia del orden global basado en normas corre un mayor riesgo que en cualquier momento previo del siglo 21. Eso es peligroso para el futuro de la democracia y de los derechos humanos en las Américas, especialmente dado el retiro precipitado de Estados Unidos del liderazgo regional y global. Ahora más que nunca, es importante para los poderes democráticos tradicionales y emergentes de las Américas continuar abrazando el valor universal de la democracia y de los derechos humanos y defender la colaboración regional.